Rodrigo Torres, director de Mirador Tlatelolco, nos invita a reflexionar sobre los desafíos y posibilidades de este espacio único, que sigue siendo una mezcla de historia, arquitectura y vida cotidiana. Tlatelolco no solo es un lugar; es un espejo de los sueños, contradicciones y luchas que han definido a la Ciudad de México.
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Llegué a Tlatelolco semanas después del sismo de 2017. Ese día cayó la torre del campanario de la iglesia de Santiago, y el recuerdo del derrumbe sacudió nuevamente el imaginario de los y las vecinas. Con la diferencia fundamental de la estabilidad constructiva, la gente volvió -aunque temerosa y paulatinamente- a los espacios que algunos han habitado por seis décadas.
En aquel momento, vivir en Tlatelolco significaba para mí un ejercicio vivencial de investigación. Por años había intentado habitar el sitio que considero la representación más potente de la noción de palimpsesto, un espacio escrito y reescrito por más de medio siglo donde la evidencia del pasado habita con la misma naturalidad el presente.
Un pequeño departamento en el edificio 2 de Abril fue el primer espacio que habité. El vacío de la Plaza de las Tres Culturas dominaba las vistas sur –mi cuarto y la sala-, recordatorio permanente del hecho que determinó la vida, uso y percepción de la unidad de vivienda. Desde el ventanal del edificio Coahuila ahora persiste otro vacío, la huella del único edificio en caer con el sismo de 1985, el Nuevo León. La presencia de la ausencia me ha acompañado desde mi llegada.
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El casi centenar de edificios que componen el Conjunto Urbano Presidente López Mateos son contenedores de historias que, en su mayoría, tienen un contínuo generacional originado en 1964. Esos relatos son lo que articulan la narrativa de lo que fue y es en la actualidad Tlatelolco, y son de los aspectos que más llaman mi atención. De la misma forma, queda aún mucho por investigar sobre el arte y la arquitectura en Tlatelolco, sumado a los proyectos contemporáneos que reformulan lo que significa habitar este espacio.
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A sesenta años de su inauguración, el descuido por parte de las cambiantes administraciones de la alcaldía es visible, pero lo es aún más la organización vecinal para contrarrestar aquel vacío institucional. Así, gradualmente aparecen mejoras en los interiores de edificios, pero sobre todo se materializan en la calidad del espacio público, el componente de mayor relevancia para la construcción de un sentimiento de comunidad.
Espero que en los próximos años se pueda seguir ejercitando -desde lo personal pero también mediante proyectos y asociaciones- la idea de lo común, para trabajar de forma colectiva por mejoras tanto en los interiores habitacionales como en el espacio público.
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Personas que están transformando la unidad:
● Reyna Barrera, Mishel Altamirano, Percibald García
● Organización Ciudadana Tlatelolco, Huerto Urbano Tlatelolco, Vivir en Tlatelolco, Unidos por
Espacios imprescindibles:
● CCUT, Jardín Santiago, Tecpan, Archivo SRE
Proyectos artísticos y culturales: