Casi todos –esperemos que todos– tenemos un carrusel en la memoria. Es de esos recuerdos compactos que compartimos los niños de occidente, y va acompañado de una música ingrávida, repetitiva, y una momentánea felicidad. El carrusel de Chapultepec no siempre estuvo allí. Llegó apenas en 2018 de la Alameda Central, pero antes estuvo en Chicago y antes de eso en Venecia; por eso los motivos de sus frescos representan los canales y las góndolas y ello lo hace tanto más encantador. Sin embargo, cada carrusel es todos los carruseles que hemos visto, sobre todo sí, como el que está en Chapultepec, tiene ese aire de antigüedad y esa musiquita que flota con los caballos de fibra de vidrio.
El carrusel de Chapultepec está en la primera sección del bosque, muy cerca de la Fuente de las Ranas y la Casa de los Espejos; todos elementos como sacados de un cuento infantil. Tiene piso de madera, dos niveles conectados por escaleras, molduras francesas y 1800 focos que lo iluminan de noche. Como todos, es musical y parece encantado. De hecho, en su interior hay un piano y bancas de madera para que las mamás de los niños, o cualquier persona contemplativa, se siente a escuchar la música clásica mientras los caballos elegantísimos suben y bajan y los espejos repiten toda esa felicidad.
El paseo no dura más de 3 minutos, pero es suficiente para formar ese recuerdo compacto que dura años y años.
Costo: 20 pesos