colorín
7 de septiembre 2017
Por: Patricia

Árboles Locales: zompantle (Colorín)

Árboles Locales es una sección dedicada a quienes llenan de oxígeno, color, aire fresco y alfombras nuestra ciudad. Hoy homenajeamos al zompantle (Colorín).

ERYTHRINA AMERICANA
zompantle, quimite, pito, gasparito, machete, patol

Un día, en medio del otoño, el colorín decide desprenderse de su traje de hojas verde esmeralda y mostrar su desnudez. Con este acto de impudicia le regala al suelo un tapete acolchonado de materia orgánica que nunca termina de secarse por completo, y que se convierte en alimento y nutrientes para las demás especies a su alrededor.

La desnudez no es sensualidad suficiente y, precisamente, cuando está así, vulnerable y expuesto, el colorín se adorna; como una maja que se cubre con aretes y tacones, pero sin una sola prenda que la abrigue. En las puntas de las ramas pelonas aparecen flores rojas espigadas, haciéndolo parecer en llamas. Estas flores ígneas se usan para amansar el hambre y el antojo cuando se fríen con huevo, y para combatir el apetito de sueño y satisfacer el deseo de una larga noche de descanso, cuando se preparan en tisana.

Después del esplendor de sus flores, al final de la primavera, los colorines sienten pudor y se cubren de hojas nuevas. Entonces producen unas vainas que, con el paso de las semanas, se secan y se abren. Cada vaina libera cinco o seis frijoles de color rojizo que tira a naranja. Se cree que cargar con ellos trae suerte, tal vez por eso se usan para confeccionar collares y amuletos o cualquier otro colguije que alcance la imaginación del artesano.

El tronco parece una gigante, ondulante e insinuante serpiente verdosa y amarillenta de clima tropical que, aunque amenazadora, se rasga con facilidad para dejar corazones y nombres entrelazados, atestiguando amores adolescentes. Como la corteza, la madera es suave y se utiliza para hacer cucharas y cucharones, así como máscaras de bailes y rituales. Sin embargo, esta suavidad también le da debilidad y porosidad, por lo que con las lluvias, las ramas, como esponjas, absorben y absorben sin control, hasta que acaban desgajándose. De ahí que el pobre Colorín sufra podas extremas a las que sobrevive con dignidad. Aún con los miembros amputados, este veterano de guerra insiste en la belleza y revive. Troncos chatos, cortos y sin ramas, repletos de hojas de vida.

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