Cuando Miriam me dijo que llevaba 18 años en el Bosque de Chapultepec, inmediatamente le pregunté sorprendida:­­ “¡¿Pues cuántos años tienes?!”, “18”, me respondió, aclarándome que sus papás han trabajado ahí toda su vida. Pero Miriam en realidad lleva seis años maquillando las caritas de los niños y adultos (nacionales e internacionales) que mientras pasean por la Primera Sección del Bosque, a la altura del Jardín Botánico, en el local 111, quieren salir de ahí convertidos en algún personaje.

Escojo un diseño inspirado en un gato-a-la-Kiss. Me indica en dónde sentarme y hacia dónde debo girarme para que ella tenga la mejor iluminación.

A la pregunta obligada –“cómo llegaste a ser maquillista”–, confiesa que empezó porque no le gustaba estudiar y que lo que realmente le llama la atención es el maquillaje de fantasía, el body paint y el belly paint  (este último es la primera vez que lo escucho y aprendo que se trata de decorar con pintura el vientre de mujeres embarazadas). Cuando no está en el Bosque, Miriam trabaja en eventos, fiestas y despedidas de solteras. También hace nail art.

El catálogo de dibujos que tiene es enorme y sólo basta señalar qué te gusta para que en minutos termines tu paseo convertido en eso exactamente. El público infantil es desde luego el que más demanda una carita de princesa, de superhéroe o de alguno de los personajes de moda; y sus padres pagan 45 pesos para que chamacos, felices ya en su ficción preferida, continúen el paseo.

Los personajes fantásticos están todo el año, sin embargo, durante las fechas cercanas a Halloween y Día de Muertos, la demanda es diferente:

En noviembre se junta mucha gente. Piden catrinas, calaveras… me traen sus diseños y yo los copio. De hecho mucha gente que viene a maquillarse acá es de Polanco. En esa temporada sube mucho-mucho el maquillaje. Los precios pueden subir hasta a 150 pesos.

Miriam ya tiene sus clientes recurrentes y, convenientemente, muchos le piden cita por teléfono, por Whatsapp o esperan hasta que ella esté libre para que les maquille el rostro. Durante el fin de semana y vacaciones la demanda aumenta, pero cuando hay un evento en el Bosque la chamba se pone –por supuesto– más sabrosa.

Mientras Miriam continúa creando mi gato, observo a mi lado un arcoíris atrapado en botecitos. Quiero saber dónde consigue todo su maquillaje.

Pues todo lo que son los polvos, mi mamá los hace y ella los vende aquí. Las otras cosas, como las pelucas, las podemos comprar en Tepito. Igual todo este material, orejas, diademas de unicornio, etc… Todo lo hace ella. El resto de cosas, nos lo trae acá un proveedor para vendérselo a mi mamá y ella lo que hace es repartirlo entre los otros locales.

Me explica, me muestra y, sorprendida, veo todos los diferentes polvos de colores que su mamá prepara.

Quiero saber  si algún color en particular es el que se acaba más rápido. “El rosa, el azul y el blanco. Tanto como en polvos como en delineador.” Miriam me saca de la duda sin pensarlo dos veces.

Para mi sorpresa y buena suerte, llegué al local de la familia que prácticamente comenzó esta tradición de hacer maquillaje de fantasía en Chapultepec. Los padres de Miriam son una institución en el Bosque, no solo empezaron pintando caras, sino que han extendido el negocio hasta ser proveedores de los productos que se usan en otros locales y además marcar tendencias.

Mis papás son los que empezaron aquí con el maquillaje. Empezó una de mis tías y ella le enseñó a mi papá… Mi papá lleva como 40 años y mi mamá más o menos 25. Ahora ya somos bastantes de la familia y somos muy unidos… Aquí somos siempre los primeros que sacamos todo. Pero, ya sabes, sacas una cosa y luego los otros ya lo están copiando.

La tarde de viernes es perfecta en el Bosque de Chapultepec. Hay gente paseando, aunque no el volumen que acostumbra hacerlo durante el fin de semana. Se acerca Berenice, la hermana de Miriam, y ambas maquillan de acuerdo con la tradición familiar. Una niña frente a la lona que exhibe el catálogo elige un dibujo de una mariposa. Miriam termina y ya soy un gatito. Berenice comienza con la niña. Quizá para algunos me veo ridícula pero la emoción pueril que siento sólo se va hasta que me desmaquillo (en la noche). Ahora entiendo el éxito y el placer de pintarse la cara en Chapultepec.