Las aves son nuestros dinosaurios; testimonios diminutos de la megafauna que existió en la tierra y devino imposibilidad en nuestro tiempo. Son pruebas de un mundo sin nosotros. Las aves, como los insectos, nos desconciertan no sólo por su extravagancia sino por su atemporalidad. Y aunque suene inverosímil, en la ciudad –más raro aún: en el Oriente de la ciudad– tenemos la fortuna de verlas –variadas y cercanas– en el tercer aviario más grande del mundo. El Nido es un parque enorme y una perfecta invitación para ver aves.

el nido

Cacatúa ninfa o carolina.

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Alrededor de 320 especies viven en 80 mil metros cuadrados que imitan cinco microecosistemas: selva, bosque, desierto, pastizal y pantano. Resulta increíble –y satisfactorio– saber que toda esta naturaleza, un sitio tan idílico, se encuentra en Ixtapaluca, una de las zonas más áridas de la ciudad.

El recorrido comienza con Martha, un avestruz en un corral. Mansa como puede parecer, este ave se mantiene allí por ser sumamente territorial. En cambio, a su pariente el emú –que le sigue en tamaño y es mucho menos agresiva– uno lo encuentra todo el tiempo suelto por El Nido.

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Turaco de mejillas blancas en la zona de bosque húmedo.

Todas las visitas son en grupo y con guía, pues hay que ir pasando de jaula en jaula. Primero son las aves exóticas americanas. Allí uno alimenta de alpiste a cacatúas ninfas y pasea por la misma jaula que guacamayas, loros, tucanes o pavones piquiazul, un ave negro que tiene una cresta ondulada, muy particular. Este, como la mayoría, está en peligro de extinción.

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El siguiente par de hora que toma el recorrido discurre entre más especies de pericos, calao, turacos, grullas o cuervos. Las grullas son aves largas, de lugares abiertos. Entre ellas está la grulla damisela, una especie que cada dos años sobrevuela el Himalaya. O la grulla sarus, el ave volador más alto del mundo. Resulta extraño ver cuervos y saber que tienen comportamientos tan similares a los nuestros: coleccionan objetos, hacen funerales y, si viven en cautiverio, le dan nombre a sus dueños.

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El Nido es el primer lugar en lograr la reproducción en cautiverio del quetzal, cuya conservación no es fácil. Este pájaro vive en las selvas tropicales de América Central y no sobrevive fuera de su hábitat. Este ave, ahora en peligro de extinción, era sagrado para algunas culturas prehispánicas: no en vano vistió a Moctezuma, el máximo rey mexica o nombró a Quetzalcóatl, la principal deidad mesoamericana.

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Quetzal.

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Para ver todas las aves rapaces juntas El Nido ofrece sesiones de vuelo libre, todos los días a la una de la tarde. Búhos, lechuzas, águilas o aguilillas atienden llamados de los manipuladores de ave y vuelan sobre el público. Como pocos lugares, El Nido tiene aves rapaces como el águila arpía, que está en peligro de extinción; el buitre real que es el más grande de su especie o la excéntrica grulla coronada.

Además de ser un magnífico lugar para ver aves, en El Nido hay felinos y monos. Todos estos fueron incautados, rescatados o donados por personas que los adquirieron sin permiso. Su labor, como la de un jardín botánico, va más allá de la educación o conservación. Por ahora, en el área de felinos vive una pareja de jaguares y un puma que suele subir a tomar el sol y apenas se deja ver.

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El costo de entrada es de $270 pesos.

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