Arturo abre el cajón. Busca sus calcetas negras. Revuelve calcetines rotos, sin par y con el resorte flojo. Piensa que puede aprovechar el viaje en metro para comprar calcetines nuevos a buen precio. Sale de la habitación. Saca pantalones, camisas, calzones y playeras del bote de ropa sucia. Y por fin, debajo de la playerita de Angry Birds de su único hijo, encuentra sus calcetas negras. Arturo se calza zapatos de futbol con trece tachones y toma un plátano del frutero. Sale de su casa hacia la estación Tacubaya.

tacubaya

Siente antojo de suadero, pero la prisa puede más que el hambre. Va tarde. Entra al andén. Acomoda en sus oídos los audífonos. Mix de Caifanes. Es domingo. El metro está casi vacío y sube ambos pies en el asiento reservado que tiene al lado. Le gusta la Línea 9. A partir de la estación Velódromo, el tren asciende y desde las alturas surgen deportivos panoramas (campos de futbol, el Autódromo y el Estadio Jesús Martínez “Palillo”) que, vistos desde la ríspida voz de Saúl Hernández, le infunden sensaciones entre heroicas y nostálgicas. Baja en la estación Puebla. Sale a la Ciudad Deportiva. Compra agua y un cigarro suelto. Quince pesos. Le pide fuego al hombre viejo que atiende el puesto.

Faltan 13 minutos para su partido. Apresura el paso y fuma con calma; resulta cómico el contraste de dinámicas. Cruza trotando cuatro canchas y avanza hacia los dos jueces de línea que se cambian en una banca al lado de la línea de banda. La noche anterior eliminaron de la liguilla al América. ¿Qué pasó Arturito con tus pinches aguilitas? Arturo sonríe y tira el cigarro a medio fumar. Unta en sus piernas un líquido rojo que sirve para calentar los músculos. Suena el silbatazo final del partido en curso. Arturo camina hasta el centro del terreno de juego. Se persigna con  movimientos rápidos de dedos. A su izquierda observa al tipo que hace dos meses lo amenazó de muerte con motivo de un penal polémico. Ojalá venga de mejor humor, piensa Arturo mientras con señas les pregunta a los porteros si están listos.

futbol

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Los porteros levantan el pulgar. Arturo lleva el silbato a la boca y sopla. El sonido es largo y agudo. Este cabrón ya puede irse por su caguama; a mí aún me faltan dos pinches partidos, piensa Arturo cuando ve a su amigo Carlos guardar sus cosas en una maleta detrás de la portería, a ver si por ahí de las 4 lo alcanzo en las chelas. El capitán del equipo Atlético Mixcoac le grita a Arturo con tono amenazante: “hey, atento profe; me está jalando”. Arturo lo ignora. El sol del verano pega fuerte. Se juegan tres puntos en la cancha 20 de la Magdalena Mixhuca.