— Wey, ¿tienes internet?

Llora mi mejor amiga. Dice que se están cayendo edificios en la Condesa, que ya no podrá vivir en su casa.

¿Qué se cayó? ¿Dónde? ¿Estará la gente bien? ¿Qué hago…?

Tengo internet.

—¿Podrías meterte a esta página y checar estos datos?

Cruzar la ciudad y estorbar en zonas colapsadas es mala idea. Soy más útil si aprovecho la posibilidad de estar conectada. Me quedo aquí para informar y mantenerme informada.

La noche llega. No me he despegado del celular. Sigo frente una pantalla. Hablo con Andrés, me dice que otros están haciendo lo mismo. Que nos juntemos. Que verifiquemos datos entre varios.

En casa de Mariano, en el Pedregal, nos dividimos las tareas a partir de un documento de datos abiertos: Mapeo Colectivo. La idea es buscar en internet datos de centros de acopio, llamarlos y verificar que efectivamente son centros de acopio para luego periódicamente contactarlos y actualizar sus necesidades.

Poco a poco llega gente a la casa y podemos dar un paso más: nuestra base de datos de centros de acopio verificados la vinculamos con donantes y voluntarios (a quienes reclutamos por medio de un cuestionario en línea).

Ha nacido Voluntarios Organizados CIP.

voluntarios CIP

Tan lejos de los derrumbes, nuestra angustia se ha convertido en acción por medio de confirmar datos y enlazar apoyos con necesidades.

La mañana siguiente nos recibe cargada de rumores. La ciudad paralizada. Se dice que hay demasiados víveres en ciertos centros de acopios y demasiado pocos en otros. A casa de Mariano hemos llegado 20. Más de 1000 voluntarios se han registrado a través de nuestro cuestionario.

¿Cómo los organizamos?, ¿a dónde los íbamos a enviar?, ¿de qué manera formamos las brigadas?

No hay tiempo de reflexionar en cómo ser más eficientes. Tomamos decisiones urgentes guiados por la experiencia y el instinto.

Se nos ha ido el apetito. Mordisqueamos manzanas, metemos la mano en bolsa de papas, damos tragos de café y agua que se convierten en cerveza hacia el final de la tarde. Tecleamos y hablamos por teléfono. De pronto un ataque de risa histérica provocado por el nombre chistoso de algún voluntario. A ratos nos duele la panza. De pronto tres camiones cancelan el viaje y dejan plantados a los brigadistas; entonces pesa la tristeza.

Para el jueves se han registrado 3000 voluntarios.

En casa de Mariano, que se ha convertido en las oficinas CIP, desfila gente nueva y gente que redescubro. Isa, Montse, Sofía, Lorena, Delphine, Luz, Rodrigo, Jimena, Caro, Juan Carlos, Lucía, Patricia, Jazmina, Daniel, Steph, María, Karla, Marina.

Voluntarios CIP

El tiempo se colapsa. La jornada no tiene fin, es como si no avanzara. Solo existe ahora. Y estar juntos reconforta. Si me hubiera dicho Andrés de pasar la semana anterior a casa de Mariano por una cerveza probablemente le hubiera contestado que estaba cansada, que tenía trabajo, que mejor nos viéramos el fin. El fin hubiera tenido algo más que hacer y así hubieran pasado los meses. Pero no había fin. Solo había ahora. Y estábamos juntos.

Días de emociones confusas. Frenéticos días de inspiración.

Días en los que nuestro trabajo ciudadano comienza a tomar, dentro de la abstracción de los mundos digitales, formas concretas. Se nos unen otros esfuerzos espontáneos; uniones con desconocidos que nos permiten ayudar cada vez más, cada vez más productivamente.

Se han ido 15 días. El furor agoniza. Los voluntarios ya no responden rápido. Todos estamos agotados. Ya no es tan claro qué es lo urgente. Las necesidades se fragmentan y nuestra atención también se fragmenta.

Los cambios tardan. Los problemas nos rebasan. La vida es tan compleja.

Y sin embargo, en unas cuantas horas, unos amigos enlazamos una red de voluntarios.

Y eso: ya nadie puede ignorar la desbordada voluntad de ayudar, de construir, de acompañarnos para sanar en la Ciudad de México.

Me llama mi mejor amiga. Está más tranquila.

— Ya lo sentimos: somos capaces de tanto — le digo.

Y ella responde:

— Sigamos. Sigamos. ¡Sigamos!

Voluntarios CIP


El Centro de Inteligencia Pedregal (CIP) se consolidó casi intuitivamente en medio de el caos que vivió la capital a partir del #19s y ha probado ser una de las empresas más efectivas de todas las que surgieron.

La última noticia es que unirá esfuerzos con el llamado “Colectivo Activismo Digital” que reúne y concentra (quizás lo más importante de todo esto) casi todos los proyectos digitales que surgieron a partir del #19s (entre muchos otros, SismoMx, Ayudamx, verificado19s, Como Ayudar, TEDxMexicoCity, Salva tu casa). El colectivo hará un censo de los damnificados para tener una idea más clara de cuántos son y no conformarse con los datos del gobierno. A partir de eso organizarán acciones de ayuda locales.

La primera zona será la Condesa. Después una localidad remota (por verse) y, si el modelo funciona, expandirlo al país. La idea es que se organicen actividades que además de tratar de arreglar los desastres del temblor ayuden a sanar a la comunidad fomentando la ayuda entre locales.

Al CIP específicamente le toca profesionalizar al voluntariado para que su ayuda no impacte negativamente (por ejemplo colapsando economías locales) y también le toca protegerlos en caso de que algo les ocurra.

Si te quieres inscribir como voluntario CIP, sólo llena este formulario.

Puedes ayudar de varias formas:

1. Desde tu casa u oficina como voluntario de comunicación (reporteo, redes, contenidos, verificación de datos…)

2. Voluntariado físico (brigadas, centros de acopio, etc…)

3. Voluntario intelectual (si eres abogado, gestor, médico o tienes alguna profesión que aporte para ayudar de cualquier manera)

Hay maneras de ayudar, y esta es una de las más brillantes.