Sobre la calle de Jalapa en la Roma se encuentra Ignacia Guest House. Una casa de principios del siglo veinte que se transformó en una lujosa casa de huéspedes con lo último en interiorismo. Hospedarse aquí es toda una aventura en la ciudad.

En el número 208-B de la calle Jalapa, frente a una jacaranda, se encuentra este bed & breakfast cuya inspiración viene de la ama de llaves que vivió y trabajó aquí durante 70 años. Ella conoció esta propiedad puerta por puerta, y hoy ella se ha convertido en una suerte de emblema del hotel. Incluso hay dos pinturas inspiradas en ella. Cuentan que plantó dos naranjos que sobreviven en el jardín; y sus naranjas se utilizan para una deliciosa mermelada para el desayuno, según el recetario que dejó.

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Los salones tienen diseño ecléctico, habitaciones en colores monocromáticos, así como detalles de barro y alfarería de Guerrero. Un trabajo que estuvo a cargo del diseñador Andrés Gutiérrez: crear ambientes como escapes sensoriales. A pesar de todo, hay muchísimos detalles que recuerdan a los 1910 en que esta casa se construyó: desde las molduras clásicas en techos y paredes o el porche diseñado para carruaje. La remodelación duró un año y estuvo a cargo de Fermín Espinosa Martínez y su despacho Factor Eficiencia.

Ignacia cuenta sólo con cinco suites lujosas, cada una lleva el nombre del color con el que fueron diseñados: Negra, Azul, Amarilla, Rosa y Verde. La Master Suite (Negra) donde nos quedamos, cuenta con un baño de mármol negro y regaderas de presión. Tiene terraza para trabajar, o simplemente tomar una copa de vino y mirar al jardín. Cada una cuenta con amenidades de Loredana —marca mexicana de productos orgánicos— como shampoo, jabón líquido y loción corporal hechos de té blanco con jengibre; aire acondicionado, máquina de Nespresso, sonido bluetooth Bose, así como agua embotellada de Casa del Agua. Cada suite tiene además Wi-Fi, cuenta de Netflix y Roku TV independientes. Son habitaciones de las que no tendrás ganas de salir, nunca más.

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Este pequeño luxury hotel es, además, autosustentable. Hay celdas solares para la instalación eléctrica y calentadores de agua. Mientras que en el sótano, los tinacos recuperan el agua pluvial que se filtra por el jardín y los techos.

A las cinco de la tarde hay happy hour en el jardín. Ahí te sirven cocteles hechos a base mezcal. Aunque también puedes pedir todo lo que se te antoje. Es el momento ideal para conocer a los otros huéspedes. Cuentan con tarjetas de ecobici, o puedes reservar en la recepción a un running buddy que te lleve a correr. Así de extraño como suena.

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Al día siguiente hay que levantarse de esa cama enorme y dejar las almohadas que no puedes soltar por lo increíbles que son. Un desayuno orgánico te espera en el jardín con café, fruta, jugos y panadería de Rosetta, así como la famosísima mermelada de naranja casera. El chef, del proyecto culinario Casa Jacaranda, nos sirve huevos divorciados y enfrijoladas con crema orgánica y queso Cotija; además de chorizo artesanal comprado en el Mercado de Medellín de la Roma.

Ignacia Guest House promete otra noche más para descansar y vivir una mansión de 1910 en pleno siglo XXI.

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