Me considero una fiel fan de Elvis Presley. Desde que escuché por primera vez “Jailhouse Rock” de niña, me fascinó su capacidad para dominar un escenario y redefinir la música y la cultura pop. Así que, cuando me enteré sobre Elvis Nunca Estuvo en Acapulco de Adam Wiseman, supe que era un libro que necesitaba explorar.
El título es una afirmación audaz que deconstruye una de las leyendas más curiosas alrededor del “Rey del Rock”. Elvis Presley nunca pisó México para el rodaje de Fun in Acapulco, una película que pretendía capturar la magia del emblemático puerto durante su época dorada.
Fun in Acapulco (1963) es una comedia musical protagonizada por Elvis que se desarrolla en nuestro idílico puerto de Acapulco, aunque curiosamente Elvis nunca filmó en México; todas sus escenas se grabaron en estudios de Hollywood. La trama sigue a Mike Windgren, un cantante estadounidense que busca escapar de su pasado como trapecista tras un traumático accidente. Mientras trabaja como salvavidas y cantante en un lujoso hotel, Mike se ve envuelto en un triángulo amoroso con una instructora de clavados y la recepcionista del lugar.
La película combina paisajes tropicales, números musicales vibrantes —como “Bossa Nova Baby”— y toques de humor. Aunque es considerada una de las cintas más ligeras de la carrera de Elvis, captura el imaginario de la época dorada de Acapulco como destino turístico, a pesar de que este glamour fue recreado íntegramente en los sets de Hollywood.
Según el libro, la ausencia de Elvis fue el resultado de un escándalo cultural en el que supuestamente el cantante expresó una preferencia racista que lo convirtió en persona non grata en el país. A partir de esta narrativa, Wiseman entreteje una fascinante exploración de verdad, ficción y los entramados sociales de México en aquella época.
El libro es mucho más que una simple crónica fotográfica; es una meditación sobre identidad, nacionalismo y la forma en que construimos relatos colectivos. Aquí se logra esto al documentar el Acapulco de ayer y hoy, yuxtaponiendo personajes, espacios y vestigios que evocan tanto nostalgia como desencanto.
La narrativa, enriquecida por el epílogo de Sara Schulz, enfatiza cómo el libro invita al lector a cuestionar su relación con la verdad y los estereotipos. El uso de citas encontradas en Internet y frases escritas en las paredes del Hotel Villavera da un toque profundamente humano y contextual a la obra, convirtiendo al espectador en un cómplice de esta “verdad construida”.
Si amas a Elvis, la fotografía o simplemente te intrigan las historias que entremezclan realidad y mito, Elvis Nunca Estuvo en Acapulco es un libro que necesitas tener en tu colección. Más allá de la anécdota, es un espejo que refleja las dinámicas culturales y sociales de México, invitándonos a mirar más allá de las narrativas que damos por sentadas.