20 de agosto 2024
Por: Itzia González Ortega

Órbita: listening bar íntimo y retrofuturista en la Roma

Órbita, un nuevo listening bar en la colonia Roma, es el escape perfecto de las playlists curadas por el algoritmo.

En busca de un techo, una bebida o una experiencia entre las encharcadas calles de la colonia Roma, llegamos a Órbita. Refugio íntimo y retrofuturista, este listening bar es un nuevo sitio en la calle de Orizaba. Aquí se toma muy en serio el concepto de rotación. Con una carta de desayunos y otra de cenas y tragos que dura hasta las 2 am, no solo los sabores cambian. También mutan el mobiliario, la organización espacial y la música.

La experiencia neón del listening bar

Lo primero que notamos al llegar fueron dos mesas color plateado sobre la calle, entre plantas de grandes hojas. En una de ellas se encontraba un grupo de personas platicando. En la otra nos recibieron Acampante y Eduardo, coleccionistas de música y socios de Órbita.

Fue mientras sorbíamos un trago dulce y rosa llamado Picafresa que la historia de este lugar comenzó a develarse. Órbita es el resultado de las pláticas entre amigos y socios que aman la música, el café y la coctelería. La idea era crear un espacio donde ninguna de esas pasiones se eclipsaran entre sí, sino que se entretejieran para crear algo más. Fue entonces que apareció la idea de un listening bar que conjugara ambos intereses.

Listening bar: una isla sonora en la colonia Roma

El concepto de listening bar se ha extendido rápidamente por muchas ciudades del mundo desde que nacieron en el Japón de los 50. Aquellos bares se caracterizaban por ser espacios acogedores para escuchar música en sistemas de sonido de alta fidelidad. Eran una forma de acceder a la música foránea que rara vez atravesaba las duras fronteras del país. El trago que solía beberse era el highball o, como le decimos en español, jaibol. Los asistentes bebían sentados en un sillón para compartir un momento de escucha atenta.

Varias canciones han pasado. Para este punto estamos compartiendo ya un jaibol y unas flautas ahogadas en salsa verde. Su sabor comparte notas con un consomé. Entonces, con un blues de fondo, Acampante comienza a explicarnos. “Este listening bar es también una isla sonora, un momento en el que no decides tus gustos musicales a través del algoritmo”, apunta. “En ese sentido, hay un gesto de confianza hacia la persona que comparte su tiempo y vinilos con nosotros”.

Es cierto: mientras observamos el techo de madera, las bocinas, la cafetera, a la persona detrás de la consola sacando esos objetos negros, orbitales, guardianes del sonido, resulta evidente que ya no pertenecemos al ritmo del algoritmo. Shazameamos una canción tras otra solo para recibir el frío “no hemos encontrado coincidencias”. Mejor cerramos la app por vergüenza de querer digitalizar este momento. Eso también fue parte de la experiencia en Órbita.

Órbita: vinilos y coctelería

Órbita y la importancia del sonido

El frío de la noche es tal que nos invita a comer más. Al menos eso nos decimos a nosotras mismas. Pedimos una  jugosa hamburguesa acompañada inesperdamente de aguacate y mayonesa con ceniza de chile güero, y un Gibson Yuca, trago que mezcla vermouth seco y pox. La comida y bebidas, así como probablemente la proximidad que los que estamos en la mesa hemos desarrollado para poder escucharnos sin perturbar la música, terminan incitando a la confesión. Nos cuentan que el sistema de sonido está mandado a hacer con un artista y técnico del sonido alemán, quien vino a crearlo y montarlo en Órbita. Al hacer el viaje de trabajo, con todas sus herramientas necesarias, fue detenido dos días en el aeropuerto. Ahí tuvo que explicar que había atravesado el mundo para ayudar a fundar una isla sonora y no para construir una bomba, como los oficiales aeroportuarios sospechaban.

Cerramos la conversación entre risas. Notamos que las personas levantan la vista de sus bebidas para intercambiar miradas con el DJ en señal de aprobación. Los meseros siguen el ritmo de la música con los pies. Nosotras nos despedimos, con esa luz roja difuminando nuestros rasgos, a la espera de la siguiente canción. Guiadas por una aguja que recorre los surcos de aquellos discos de acetato, nos sentimos entre varias ciudades, estilos y tiempos, todos conectados por el mismo concepto.

Al final logramos nuestro cometido: encontramos en Órbita un techo, varias bebidas y una auténtica experiencia sonora.

@ooooorbita
Orizaba 115, Roma Nte.
Jueves a lunes | 8 am – 2 am

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