La Purísima es ese lugar al que vas cuando quieres perderte entre cuerpos sudados, pop de los años ochenta y rayos láser que cambian la dimensión del espacio. Es a donde uno va a parar de sufrir, como reza el letrero de la entrada. Y aunque cerró por un tiempo por exceder los límites de ruido, La Puri volvió desde este miércoles 30 de mayo para reafirmar que allí, en el Centro Histórico, la escena gay lo hace mejor que en cualquier otro lugar de la ciudad.

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Este bar es de los mismos dueños del Marrakech, y es igual de extraño y encantador, aunque en sentidos diferentes. Por ejemplo, La Purísima es más oscuro y electrónico. Está más vinculado a diseñadores, artistas, videoastas, publicistas y escritores. Entrar es pasar por luces de neón, espejos y reflejos hedonistas de una bohemia kitsch. 

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En “La Puri”, como la conocen todos, grandes candelabros rojos cuelgan del techo y para no dejar un solo espacio de muro vacío, proyectan películas raras en las paredes de títulos rusos, polacos, italianos o con subtítulos en árabe. Otras veces proyectan  películas que no esperarías ver en un bar como la de 120 días de Sodoma de Pasolini. La pista siempre está llena (a menos que sea muy muy temprano) y en cada minitarima con tubo mujeres y hombres se quitan la playera para bailar.

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El segundo piso de La Purísima solía tener una galería, pero ahora es una pulquería con una barra con luces neón que dicen PUTO. En este piso suele haber menos personas que en la planta baja (eso no quiere decir que haya tengas más espacio) y te pueden atender más rápido que abajo. En la pulquería también suena música diferente : Shakira, Gloria Trevi, Alejandra Guzmán.

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La Purísima es aclamada como uno de los mejores bares gay de la ciudad y tiene la mejor ubicación en el centro: a lado del Marrakesch y muy cerca del after del Teatro Garibaldi, del Club La Perla y del UTA.  
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