El chef Ezequiel Hernández tendió un puente exquisito entre Ensenada y la Ciudad de México. Y no es que otros no lo hayan intentado antes, pero es que creemos que nadie lo había hecho tan bien. Después de todo, trasladar un sabor y una atmósfera tan particulares –a más de 2,000 km de distancia– no es cualquier cosa. Especializado en mariscos –y uno que otro antojo terrestre–, Campobaja ofrece la frescura y el hedonismo propios de Ensenada, Baja California,  y una de las mejores terrazas en la Roma para departir en sobremesa.

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Basta observar las mesas aledañas para darse cuenta que, o llevan un par de horas de sobremesa o están por gastarlas felizmente. El hecho de que Campobaja cuente con un espacio dedicado sólo a la barra habla por sí mismo. Conviene ordenar una michelada para comenzar y darle rienda suelta al antojo. En la recta final, el mezcal es muy socorrido.

No esperes un menú complicado o platos demasiado elaborados. La magia del lugar radica precisamente en la delicadeza de sus productos que se mezclan –o no- en la cabeza del cocinero. Para ejemplo, la tostada de pulpo asado con chapulines y guacamole. Es curioso que hasta la mesera te pregunte si realmente estás dispuesto a aventurarte con los bichos. Hay que hacerlo, cada bocado es mejor que el anterior.

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Erizo, cangrejo y langosta son algunas de las opciones, pero no hay que sentirse mal si prefieres un aguachile; Campobaja lo prepara con callo de hacha, chiltepín y zanahoria. Recordarás tu adolescencia cuando te pelees por el jugo sobrante. En cuanto a los postres, son cumplidores.

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