El Monumento a la Madre en la CDMX: un testimonio de la maternidad y sus desafíos a lo largo de la historia.

“Considerar los sacrificios inherentes a la maternidad, la misión de dulzura y de amor que desempeña la mujer hacia sus hijos, misión que comienza antes del nacimiento de estos y no termina sino con la muerte”, fueron las palabras que José Vasconcelos, exsecretario de educación, y Rafael Alducín, fundador del periódico Excélsior, declararon en 1922 para implementar el 10 de mayo como el día oficial para festejar a todas las madres mexicanas. De forma acaso imprevista, aquí comienza la historia del Monumento a la Madre de la CDMX.

La celebración del Día de la Madre tuvo tal éxito y arrastre popular que el 10 de mayo de 1944 se colocó la primera piedra canterana de lo que se convertiría en el Monumento a la Madre. Inaugurado el 10 de mayo de 1949 y ubicado en el Jardín del Arte, entre las colonias Cuauhtémoc y San Rafael, el Monumento fue diseñado por Luis Ortiz Monasterio, famoso escultor, y José Villagrán García, arquitecto de obras como el Instituto Nacional de Cardiología.

El Monumento está conformado, del lado derecho, por un hombre que sostiene un par de libros mientras escribe; del lado izquierdo, una mujer desgrana una mazorca, entendida como símbolo de fertilidad. Estas dos figuras miran hacia el centro del espacio donde, justo en medio de ambas, se levanta una figura de mayor tamaño. La escultura representa a una mujer con vestido, seria y firme, cargando a un niño pequeño, envuelto en un rebozo y sentado sobre las palmas de las manos de su madre. Detrás, una torre de 40 metros de altura adorna todo el conjunto. Parada ahí, en medio de la explanada, es imposible que no sienta la presencia de una madre omnipotente, tan perfecta que debió ser esculpida en piedra.

Una historia de significados

Dada su ubicación, un tanto oculta a la vista, el Monumento a la Madre no suele recibir mucha atención. Sin embargo, en los últimos años ha sido el punto de partida para diversas manifestaciones de mujeres y disidencias sexuales que piden la despenalización del aborto a nivel federal. Estas marchas, como la del 8M, exigen que se deje de criminalizar a las mujeres que abortan o ejercen su derecho a elegir si quieren o no ser madres, si quieren o no interrumpir su embarazo. Algo de justicia poética hay en transformar un monumento a la maternidad tradicional en un punto de encuentro del movimiento feminista. 

Esta historia vive en el Monumento mismo. Por ejemplo, en la base de la escultura de la madre puedo leer la inscripción, en una placa ya desgastada por los años, “A la que nos amó antes de conocernos”. En esa frase resuena el concepto de Vasconcelos de la maternidad como una “misión que comienza antes del nacimiento de estos y no termina sino con la muerte”. 

El Monumento a la Madre en la Ciudad de México: donde la historia y los movimientos feministas se encuentran.

A manera de respuesta, en 1998, grupos feministas encabezados por Esperanza Bitro de Martí agregaron una segunda placa en la que podía leerse “Porque su maternidad fue voluntaria”. De honrar a las madres como una figura abstracta y casi divina, el Monumento pasó a honrar a las madres que eligieron serlo. Quizá algunas personas desearían que desapareciera, enfurecidas tras décadas de maternidades obligadas, pero si eso sucediera ¿cómo mostraremos todo lo que hemos logrado cambiar?

El Monumento a la Madre en la CDMX: un lugar de memoria y manifestaciones feministas.

Otro mundo es posible

Con el sismo de 2017, la figura central del Monumento a la Madre colapsó sin dejar rastro de lo que fue. En 2018, la reconstrucción corrió a cargo de Gabriel Mérigo Basurto, quien recuperó algunos fragmentos originales del monumento y procuró mantener la idea base de la estructura. La placa feminista, no obstante, ya no regresó. La semana pasada que fui no la encontré por ningún lado, pero no debería extrañar a nadie que vuelva en algún momento. Lo que sí sobrevive, a un lado de la estructura principal, es un pequeño campamento organizado por Plataforma 420 para construir un “espacio seguro para la comunidad cuatro veinte”.

A través de pintas, graffitis, carteles o stickers que aún pueden encontrarse en la explanada e incluso sobre la figura central, el Monumento a la Madre se ha resignificado gracias al trabajo de colectivas feministas y de mujeres que luchan. Entre esas manifestaciones encuentro una hoja de papel que, pegada a una de las bancas metálicas de la explanada, ondea al viento mientras declara: “Mi lucha más feroz es en contra de la creencia de que el mundo no puede ser más justo”. Ojalá ese mundo llegue pronto, cuando las próximas generaciones de niñas mexicanas observen a aquella madre de piedra con un bebé en brazos sin pensar que ese, invariablemente, será su destino.

Descubre cómo el Monumento a la Madre en la CDMX celebra y cuestiona la maternidad a través de la historia.