La Narvarte es una de esas colonias ideales. Es céntrica, tiene muchas áreas verdes y las calles son amplias, lo que invita a sus habitantes a salir a caminar por las tardes sin problemas. De hecho, hace unos meses la Narvarte fue elegida como uno de los 17 barrios de moda del portal de alojamiento Airbnb para 2017, es decir, ha obtenido más visitas por los usuarios del sitio, según un estudio de patrones de viaje de la firma.

Por eso, y por las razones listadas abajo, es imperativo que vayas, la recorras y aproveches un día o dos para descubrir lo que esta colonia ofrece a tu paladar. Ahí va:

1. Costra

Narvarte

 Visitar esta panadería es de lo más parecido al (buen) sexo: desde la primera vez te encanta, te hace salivar y a diario deseas una mordida de sus panes calientitos.

¿Qué tiene de especial este pequeño lugar? Croissants cargados con ese sensual y voluptuoso sabor a mantequilla que dilata las pupilas de los junkies del pan. Eso sí, aunque la variedad es sorprendente –pueden estar rellenos de piña, de nutella o dulce de leche–, la estrella, por mucho, es el cuernito atiborrado de pasta de almendras y de crujiente capa dorada que te vuela la cabeza con cada mordida.

No olviden las conchas esponjosas, grandes, cubiertas con una generosa capa de azúcar que viste a todo el pan, ni el diamante de frutos rojos con crema pastelera: una creación que puede pecar de inocente pero al probarla descubrirás la gracia del contraste de sabores entre lo dulce y lo ácido, así como de texturas entre lo fresco y jugoso de las frutas con lo terso de la crema pastelera y el pan crujiente.

Costra también domina los clásicos salados, preparados con masa madre: pan campesino (blanco y de centeno), baguette artesanal, bollos de queso, bagels y chapatas que pueden preparar con una buena porción de jamón y queso para el desayuno. También le saben al pan de temporada: tienen pan de muerto tan rico que desearás ser a quien le dediquen la ofrenda.

Como en el sexo, también, no siempre es perfecto: el servicio no es sorprendente como lo que sale del horno, peca de lento y despistado pero la verdad es que se te olvida cuando te llevas el pan a la boca. Y sí, también lo puedes disfrutar solo.

OJO: Los fines de semana hacen una barra de pan de avellanas con higo tan grande y tan rico que te sentirás culpable durante un mes pero nadie te quitará lo bailado.

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2. Almanegra 

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Este lugar es un argumento muy contundente contra aquellos que piensan que el tamaño sí importa y lo es todo. Nada más equivocado y, para muestra, este pequeño local –tres por cinco metros– en el que convergen excelentes granos de café, distintas técnicas de infusión y baristas conocedores.

La sugerencia es el Gibraltar, un café potente cargado de cafeína y leche, ideal para comenzar el día o para platicar durante una tarde soleada en las banquitas de madera que están afuera del lugar. Si el calor es poco menos que insoportable, una infusión en frío –que además venden para llevar en unas lindas botellas– hará más llevadero el día. Tienen además las preparaciones de siempre pero lo recomendable es consultar al encargado quien seguro conoce una buena opción para todos los gustos.

Almanegra tiene, además, una enorme ventaja sobre otros lugares de la zona: una posición estratégica muy cercana –una cuadra– a Costra. Esto significa que: a) puedes hacer una combinación ganadora y comprar pan antes de ir por café y b) tienen en exclusiva el croissant bicolor preparado a diario por los panaderos de Costra.

Si esto no parece atractivo en sí, o curioso, el personal de Almanegra siempre está dispuesto a compartir una buena plática ya sea sobre el origen de su café, de las virtudes de cada proceso de infusión de las bebidas o los encantos y desencantos de la vida en general. Por ello no es de sorprender la gran cantidad de clientes regulares que tiene el lugar.

Almanegra rifa y controla la escena cafetera de la Narvarte desde su diminuto local.

*Por cierto, hace unos meses abrieron de nuevo su local en la Roma, en Tonalá 53.

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3. La Costilla

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A unos metros de la emblemática y descuidada glorieta SCOP, entre las decenas de locales y puestos que ofrecen tacos, existe uno que destaca por su buena sazón: La Costilla.

Si visitas este lugar pensando en que encontrarás la mejor carne o el taco más grande o gourmet, estás muy equivocado. Aquí solo hay tacos de bistec, de chuleta, costilla –evidentemente–, arrachera, alambres, frijoles charros, cebollitas asadas, chiles rellenos de queso y otras preparaciones más olvidables.

¿Entonces por qué recomendar La Costilla? Simple: todo está hecho al carbón, y como sabemos, lo que está hecho a las brasas adquiere un perfume ahumado así como un sabor que resuena en las papilas gustativas. Otra razón: cada pieza vegetal o de carne que ponen al asador esta generosamente bañada por un menjurje –creada por el taquero– cuyos ingredientes son celosamente guardados, aunque notarás que tiene ajo.

La sola promesa del carbón y el aderezo secreto son razones poderosas para correr y ordenar pero falta un elemento indispensable: las salsas.

Estamos en una época en que la pungencia del chile es, por así decirlo, políticamente incorrecta. Los comensales piden chile “del que no pica” y, ante eso, los restauranteros han optado por hacer salsas sin sabor y tan débiles como el golpe de un bebé de 2 semanas de nacido. Por fortuna en La Costilla no es así. La verde, la roja y el pico de gallo podrían meterte una buena enchilada si no tienes precaución.

En suma, ir a taquear a La Costilla es un viaje en el tiempo en el que se le rinde pleitesía al carbón, al fuego, a los sabores fuertes y secretos, pero también a ese bello tiempo en que las salsas eran picantes como los lancheros bien picudos y no un drama hipster –y desabrido– dirigido por Manolo Caro.

La Costilla da ejemplos de cómo los tiempos pasados eran mejores en Cumbres de Maltrata, justo frente a la Glorieta SCOP.

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4. Pinche Gringo

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Hace unos años tuvimos la explosión del BBQ en la Ciudad de México. Cada vez que revisabas las revistas salía un nuevo lugar que presumía de tener el brisket más suave o las costillas más tiernas.

Así como aparecieron, algunos se fueron perdiendo en el limbo de los lugares “mñeh”: esos locales a los que vas porque están cerca de donde estás y no hay una mejor opción a la mano. Otros, como Boca Grande o Umami BBQ –este era uno de los mejores–, bajaron la cortina para siempre.

Aunque la época dorada del BBQ en el exDF terminó –parece que el ramen es lo de hoy– Pinche Gringo demostró que el que pega primero pega dos veces. Ser uno de los locales pioneros en estas preparaciones en la Ciudad de México, además de tener buenos platillos y buen servicio, es lo que hace que se mantengan en el gusto de los comensales.

¿Qué es lo mejor que ofrece Pinche Gringo? Hay para elegir. Aunque un poco seco por su origen, el brisket ofrece el sabor de la carne de res casi concentrado y tiene ese característica combinación de exterior oscuro y ahumado con el rosado y tierno interior. Si eres menos remilgoso y más flojo, el pulled pork ofrece sabores fuertes e intensos en una carne deshebrada tan suave que bien podrías comerla sin masticar.

Debemos admitir que la estrella en cualquier lugar de BBQ son las costillas y este local no es la excepción. Las costillas de cerdo jugosas –cargadas del sabor que le otorga a la carne la cercanía con el hueso– bañadas en la gloriosa salsa bbq del lugar te invitan a roer los restos óseos de este cerdito que murió para que seas feliz.

Los acompañamientos no cambian y tampoco son lo más destacado del lugar: ensalada de papas, de col, frijoles bbq o macarrones con queso. La barra de bebidas es variada y manejan cervezas industriales y artesanales, que van cambiando, en botella o barril.

Pinche Gringo no era precisamente el mejor BBQ de la ciudad pero toma en cuenta algo: fueron pioneros y se mantuvieron cuando otros desaparecieron. Y eso habla de fuerza, coraje y buena sazón.

*Regularmente tiene shows de stand up.

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