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Biblioteca Vasconcelos

El área que abarca las colonias Santa María la Ribera, San Rafael, Cuauhtémoc y Juárez, es de las más resilientes de la Ciudad de México: una zona que ha sobrevivido glorias y desastres. Aquí la ciudad florece entre grietas físicas, pero también temporales y existenciales. Como se preguntaba uno de los personajes de La frontera de cristal de Carlos Fuentes, al pasear por estos barrios: “¿Qué es nuevo, qué es viejo, qué está naciendo en esta ciudad, qué está muriendo, son la misma cosa?”.

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Autos Francia (hoy Bodega Aurrerá)

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Monumento a la Madre

Todo empezó con la Colonia de los Arquitectos, diseñada a finales del siglo XIX para que los proyectistas de la Academia de San Carlos construyeran sus casonas beaux-arts en terrenos que habían sido ejidos y ranchos. La colonia creció hasta abarcar lo que hoy es la San Rafael, donde los residuos coloniales, como la Casa de Mascarones, o antiguos cascos de hacienda, como el de la Exhacienda de San Rafael, compitieron en esplendor con las casonas y palacetes públicos del Porfiriato, como el Museo del Instituto de Geología de la unam, con su ejemplares taxidérmicos y lienzos botánicos de José María Velasco.

En algunos casos se importaron no sólo los estilos, sino edificios enteros. El Kiosco Morisco, antes de aterrizar en la Alameda de Santa María la Ribera, fue el pabellón de México en la Exposición Internacional de Nueva Orleans de 1884 y en la Feria de San Luis Missouri de 1902. La estructura desmontable de acero del Museo Universitario del Chopo se trajo completita de Alemania, para albergar el primer Museo Nacional de Historia Natural de la ciudad.

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Muebles Chopo / Chopo

Otros ejemplos de arquitectura característica de la zona son las privadas, que surgieron con la primera ola de especulación inmobiliaria, como la Privada Roja o la Privada Blanca en la San Rafael. Algunas de ellas se construyeron por encargo de industrias para sus trabajadores, como la encantadora Privada Mundet o los elegantes edificios de departamentos de la tabacalera El Buen Tono (Edificio La Mascota).

Después de la Revolución, estas colonias fueron terreno de prueba para los primeros ensayos de la arquitectura moderna en México. Ahí construyó José Villagrán su casa, hoy ensandwichada entre edificios mediocres y olvidada detrás de su espartana fachada. También hubo ejercicios colaborativos, como el de la Plaza Melchor Ocampo, en la colonia Cuauhtémoc, donde se construyó, entre 1939 y 1945, un pequeño baluarte del Estilo Internacional mexicanizado que sobrevive hasta hoy, a duras penas, y en el cual participaron Luis Barragán, José Luis Creixell, Max Cetto, Augusto H. Álvarez, Juan Sordo Madaleno y Enrique del Moral.

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Hotel Plaza (hoy SEDUVI)

En lo que alguna vez fueron los terrenos de la Estación Colonia, Barragán edificó dos casas y un conjunto residencial y comercial; después asesoró a Mathías Goeritz en la construcción de su excepcional edificio/escultura hecho para el Museo Experimental del Eco. A unos pasos de ahí, Miguel Alemán inauguró el Monumento a la Madre, que incluye las esculturas matriarcales aztec decó de Sebastián Peiro Rodríguez y Félix Candela, quien construyó uno de sus característicos paraguas de concreto para la distribuidora Autos Francia —que se mantiene, aunque ahora como Bodega Aurrera—. En la esquina de Sullivan con Insurgentes, Mario Pani erigió su dramático Hotel Plaza.

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Museo Experimental El Eco

En las décadas de los cincuenta y sesenta, se multiplicaron en estos rumbos las aspiraciones cosmopolitas, perfectamente encapsuladas por Mario Pani en el hermoso edificio de departamentos de Río Balsas 37, con su fachada de ladrillo, ventanas redondas, columnas blancas y roof gardens; o en el Condominio Reforma Guadalquivir. Pani tuvo ahí sus oficinas y se encariñó tanto con sus grandes ventanales y celosías tropicalosas, que después construyó una torre gemela en el otro lado de Reforma.

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Río Balsas 37

Después vino un largo periodo de decadencia y abandono que arrancó con el éxodo a barrios más nuevos y prometedores, como Polanco y Las Lomas, y se intensificó con el terremoto de 1985. El rescate del área lo encabezó la unam, que recuperó el Chopo en 1975 para crear un museo de arte experimental. En 1980, se inauguró el Tianguis Cultural del Chopo, que los sábados ocupa la calle de Aldama, Buenavista —uno de los ejemplos de arquitectura temporal más activos y fascinantes de la ciudad—. En 2010, la universidad comisionó a Enrique Norten para ampliar el museo, quien además, en 2014, se encargó de la recuperación del Museo Experimental del Eco. La otra pieza estrella en el entramado cultural de la zona es la Biblioteca Vasconcelos, de Alberto Kalach, que con sus estanterías flotantes y bravura futurista hace pensar más en un set de película de ciencia ficción que en una sala de lectura.

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Jardín del Arte Sullivan

En los últimos años, el renacimiento arquitectónico de la zona es más palpable a pequeña escala. El colectivo de arquitectura aprdelesp abrió Muebles Sullivan en la planta baja de un edificio de Barragán, que funciona también como paletería, cafetería y, los jueves por la noche, karaoke de barrio. En la calle de Havre, en la Juárez, el grupo ReUrbano y el despacho AT103 han transformado un puñado de casonas del siglo pasado en restaurantes, espacios de coworking y lofts. El ímpetu se está extendiendo a otras calles cercanas, con proyectos de vivienda interesantes en Lisboa 7 (también de AT103), Liverpool 61 (del despacho mmx) y Liverpool 1 (moccaa Arquitectos). Otras reconversiones notables son las del Hotel Carlota, de JSa Arquitectura, y las de la Rectoría de la Escuela Bancaria y Comercial, de Taller de Arquitectura Mauricio Rocha + Gabriela Carrillo, edificios que, al igual que estos barrios, construyen sobre el pasado con miras al futuro.